Nací a mediados del siglo XIX en Ázqueta, un pequeño pueblo a los pies de Monjardín. Entre mis robustos muros de piedra he visto crecer a tres generaciones del apellido que me da el nombre hoy día.
A los pies de Monjardín, en tierra de vino y peregrinos.
A lo largo de este tiempo muchos han sido los usos que se me han dado. El granero reconvertido en buhardilla sirvió en su día como refugio de palomas y disponía de un horno de leña para cocinar pan. Una de las habitaciones contaba antaño con una alcoba, la bodega albergaba alimentos a buen recaudo y el corral ahora salón comedor fue nido de animales y pajar.
Sin duda alguna he sido transformada en varias ocasiones, pero en la última ocasión el sentido de mi existencia pasó a formar parte no sólo de la familia Díaz de Cerio, sino también de las personas que vienen a disfrutar y descubrir mis recovecos.
La buhardilla es ahora un lugar de descanso ideal acompañado de un libro de nuestra biblioteca, el palomar es una habitación desde la que ver el sol salir, la bodega una sala de juegos, la alcoba se convirtió en un baño que hace de la habitación una suite con tele incluida y el corral un acogedor salón con fogón.
Todas estas reformas me han cambiado, pero en el fondo sigo siendo la misma casa pero mis baldosas, estructura, patio, muros de piedra y esencia de tradición generacional permanecen.